En un mundo que navega a la deriva, la poesía es tal vez ya nuestra última esperanza, porque sus versos todavía nos recuerdan que somos los únicos responsables de nuestro propio destino.
En un mundo destruido por la contaminación y las guerras, el poeta tiene que alzar su voz en medio del campo de batalla para advertir que todavía estamos a tiempo de evitar el gran desastre.
En un mundo cuya luz se apaga por el odio y la sinrazón, los poemas son quizá ya los únicos testigos de lo que siempre deberíamos haber sido: los auténticos seres humanos.
(Más información en Dairea: La luz robada )
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